Dominicana: la Suiza del Caribe

Dominicana: la Suiza del Caribe

 Por Rafael Corporán Quezada (Kuyatauba)

En el pintoresco panorama político actual, la abstención electoral suele ser vista como un síntoma de apatía y desinterés ciudadano, una señal inequívoca del declive democrático según la mayoría de comunicadores y líderes de opinión. Sin embargo, hoy me atrevo a desafiar esta narrativa simplista conjugando mi experiencia empírica y académica en varias ramas, y proponer una perspectiva alternativa sobre la absurda importancia que se le ha dado a la abstención electoral reciente, valorando que esta, lejos de ser un mal endémico, puede ser un indicio de una democracia madura, próspera y segura.

Tomemos como ejemplo el caso de Suiza, una nación reconocida por su civismo ejemplar y su alto nivel de bienestar. A pesar de contar con un sistema de voto accesible y flexible, como el voto postal, presencial, por delegación y electrónico, Suiza ostenta una de las tasas de abstención más elevadas de Europa occidental. ¿Cómo es posible que una sociedad tan comprometida con el bien común presente una participación electoral relativamente baja? La respuesta reside en la paradoja helvética: la confianza.

En una democracia sólida como la suiza, los ciudadanos albergan una profunda confianza en la estabilidad y el buen funcionamiento del sistema político. Perciben que sus instituciones son sólidas, sus representantes competentes y sus procesos electorales transparentes. Esta seguridad en el sistema reduce la urgencia de votar en cada elección, pues prevalece la percepción de estabilidad y confianza en las instituciones.

En la República Dominicana, observamos un proceso similar. En los últimos años, la institucionalidad y la transparencia han experimentado un avance notable, generando un clima de mayor confianza entre la ciudadanía. A pesar de las voces que claman por la crisis, la realidad es que el país no se encuentra al borde del abismo, sino en una senda de estabilidad y progreso. Esta percepción positiva del sistema político podría explicar, en parte, la disminución de la participación electoral.

La teoría de Maslow nos ofrece una valiosa perspectiva para comprender este fenómeno. Según Maslow, los individuos priorizan la satisfacción de sus necesidades básicas antes de aspirar a niveles superiores de autorrealización. En un país con estabilidad política y económica, la urgencia de votar por un cambio radical se atenúa, pues las necesidades primarias de la población están cubiertas y el futuro se vislumbra promisorio.

Para ilustrarlo de forma más coloquial, a lo dominicano, imaginemos una final de béisbol entre los Tigres del Licey y las Águilas Cibaeñas, un clásico que enciende las pasiones de los fanáticos y llena los estadios. En contraste, un partido entre equipos de menor tradición o rivalidad deportiva no generaría el mismo revuelo. En un contexto político estable y predecible, la motivación para votar disminuye, pues la sensación de drama o urgencia no convoca.

Es importante reconocer que la abstención electoral no es un fenómeno codiciado, pero existen diversas estrategias para fomentar la participación ciudadana, como evaluar el voto por correo, el voto previo en locales oficiales, educar a la población sobre la importancia del voto y promover la transparencia en los procesos electorales. No hay razón para que nuestro pueblo confíe en usar plataformas digitales en bancos, Amazon y PayPal, y no confíe en el voto digital ni en las entidades responsables locales.

Sin embargo, es crucial también considerar las posibles desventajas de una alta tasa de abstención. La desafección política y la erosión de la legitimidad democrática pueden surgir si los ciudadanos se alejan demasiado del proceso electoral. A largo plazo, esto podría debilitar la democracia que buscamos fortalecer.

Para fomentar una participación más activa, es necesario aprender de otros países con éxitos comprobados en este ámbito. Por ejemplo, en Australia, el voto es obligatorio y se puede votar por correo, y así se ha logrado mantener altas tasas de participación. En Estonia, se puede votar por internet electrónicamente y esto ha aumentado la participación de manera significativa. ¡Qué pena que en esta columna no se pueden poner emojis ni caritas! Pero estoy en el piso muerto de la risa nada más con la idea de implementar esto en nuestro país. Sinceramente, me encantaría estar vivo para verlo. ¡Sigo en el piso riéndome!

Es fundamental evitar caer en el catastrofismo. La abstención no debe ser automáticamente interpretada como un signo de apatía o desinterés. Esta puede ser un indicio de una democracia madura, próspera y segura, donde los ciudadanos confían en el sistema y se sienten satisfechos con su rumbo.

Analizando los votos de los dominicanos en el exterior, de 863,784 posibles votantes, solo 96,027 votaron, lo que nos deja con un 81% de abstención. Parece que el comportamiento de nuestros ciudadanos varía en base al escalado de los renglones de crecimiento. Porque, seamos honestos, la diáspora tiene otras necesidades y responsabilidades enviando remesas y, como tal, diferente percepción y comportamiento.

En resumen, la abstención electoral, lejos de ser un mal apocalíptico, puede ser un signo de una nación que se siente cómoda, segura y confiada. No obstante, debemos trabajar en estrategias efectivas para fomentar la participación electoral y asegurar que todos los ciudadanos se sientan involucrados y representados en el proceso democrático. Después de todo, la estabilidad y el bienestar siempre han sido nuestro sueño, y los dominicanos sabemos cómo vivirlo, ya sea en Punta Cana, Madrid, o dándole “pa’ los rincones”.

Recojo para la próxima ocasión admitiendo que desde mi humilde perspectiva, me gusta más el traje de la Suiza del Caribe que el de Nueva York chiquito. ¿Y a usted cuál le entalla?

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