Por Rafael Corporán Jr.
«El Circo Electoral y la Danza de las Carpas Mágicas del rescate»
por el Canillita
En el jardín político criollo, criaturas hambrientas de poder y ávidas de shows electorales culpan lo que sea que no ampare su ambición, en el día de hoy son las carpas mágicas.
En estas, brujas, lúas y espíritus diversos conjuran para manipular votos como conejos de mago. Cada carpa es un portal dimensional, un altar cuántico donde los votos aparecen o desaparecen según el algoritmo del misterio que este en cabeza.
Pero también hay paraguas, toldos y sombritas, con los relegados Petros, esos pobres diablos que apenas logran un susurro en el coro celestial de los altares.
Los servidores de la alianza opositora, llamados los «come solos», van a proteger el voto como si fuera el último aguacate en la nevera. Y de ñapa, destruir carpas, incendiar vehículos, vandalizar apartamentos, incautar celulares y todo lo que se les ocurra en la cacería de brujas montada.
Esto nos recuerda la insurrección en el capitolio de Trump, que es un verdadero niño de teta en comparación con las deidades locales.
El llamado de estas entidades es tan agradable como un viento en un ascensor lleno, arengando a sus seguidores, pobres almas que han sido arrancadas de las ubres de la vaca gubernamental.
Este llamado a la rebeldía y al vandalismo o es el adelanto de la próxima serie de Netflix, o es el último acto de una comedia que, como diría Colombia Alcántara, sabemos cómo termina.
En este teatro de lo absurdo, las supuestas carpas oficialistas y los paraguas de la alianza se han vuelto los nuevos temas de moda en la pasarela democrática, donde, según los chismes, se esconde el oro y la guía divina para el voto consciente.
Recuerden, queridos votantes, que, a pesar del fervor, y aunque parezcamos una isla en el viejo oeste, esos tiempos ya pasaron.
Se dice que jamás se había logrado un clima tan civilizado en las elecciones dominicanas. Sin embargo, la disonancia en esta sinfonía de civismo viene con apellido y cédula, y conociendo el popular el refrán: «Cuidado con lo que echan al sancocho».
El Canillita